miércoles, 31 de octubre de 2012

La leyenda del espantapájaros

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sábado, 6 de octubre de 2012

El “séptimo continente”: una isla gigantesca de basura en el Pacífico


Si la humanidad se extinguiera de pronto, y pasados unos cuantos siglos llegara a la Tierra una expedición de arqueólogos extraterrestres en busca de nuestros restos, probablemente bautizarían al período de tiempo que nos tocó vivir en función del material tecnológico encontrado en mayor abundancia en las excavaciones. Si hace 5.000 años, en nuestra prehistoria, vivimos lo que se llamó la edad del bronce, para esos extraterrestres estudiosos de nuestra post-historia, los humanos se habrían extinguido durante la edad del plástico.
Y por desgracia, es el océano quien se encarga de recordarnos de forma dramática el abuso en la fabricación de materiales de plástico (que escaparon al reciclado) con el que hemos castigado a nuestro planeta durante los últimos 70 años. Cuesta trabajo hacerse una idea de su volumen, pero en el Océano Pacífico, en algún lugar entre San Francisco y Hawaii, existe una enorme isla de basura de un tamaño superior al de Francia, España y Portugal.
Los expertos se refieren a ella como "gran mancha de basura del Pacífico", aunque algunos, más efectistas, prefieren llamarla "el séptimo continente".
No es un fenómeno novedoso, de hecho se detectó por primera vez en la década de 1950, y desde entonces ha venido creciendo a paso rápido a causa de nuestra desmedida dependencia del plástico.
Las primeras contramedidas ya se han tomado, y es por eso que en los supermercados han comenzando a cobrarte las bolsas de plástico. Afortunadamente, cada vez se ve a más gente concienciada con el medio ambiente portando a casa sus compras en carritos o en bolsas de tela reutilizables, pero la enorme mancha de basura, que consta en un 80% de plástico y pesa más de 3,5 millones de toneladas, no va a desaparecer de la mañana a la noche. 
Esta agrupación de residuos flotantes de origen humano (en el que abundan boyas, redes de pesca, tapones de botellas, objetos de todo tipo escapados de las cloacas y millones de residuos y pequeñas partículas de plástico) mide 22.200 kilómetros de circunferencia, lo que arroja una superficie de 3,4 millones de kilómetros cuadrados.
Los científicos advierten de que la placa de basura no es superficial, sino que tiene una profundidad de 30 metros, lo cual obviamente afecta al medio ambiente submarino.
El motivo por el que la basura de todo el planeta ha finalizado en esa región concreta es la existencia de un remolino gigante provocado por la fuerza de la corriente espiral del Pacífico Norte, sumado al de los vientos de ese área que contribuye a que la bolsa de basura se vea atrapada en medio de las aguas sin alcanzar las costas.


lunes, 1 de octubre de 2012

HERACLES y los pájaros del Estínfalo



En la mitología griega, los pájaros del Estínfalo eran unas aves que tenían picos, alas y garras de bronce; sus plumas exteriores eran como dardos de acero; sus excrementos venenosos arruinaban los cultivos y también eran carnívoras. Poblaban la región y el bosque alrededor del lago Estínfalos. Eran aves monstruosas, las favoritas de Ares (*)  y, cuando estaban irritadas, lanzaban sus plumas como flechas. La gran dificultad era hacerlas salir del bosque donde se escondían.
Euristeo le ordenó a Heracles que exterminara los pájaros del pantano de Estínfalo.
Estos Pájaros destrozaban todas las cosechas y comían carne de humanos y rebaños. Eran el terror de la región.
Cuando Heracles intentó cazarlos lanzando sus afiladas flechas, éstas rebotaban en las plumas de acero exteriores que hacían las veces de una armadura. Solo eran vulnerables en su parte interna, o sea en su pecho.
Heracles no podía atravesar el pantano nadando porque estaba lleno de barro y tampoco podía caminar sobre él porque se hundía en el barro por su propio peso.
Sucedió que la diosa Atenea llegó al lugar estando allí el héroe, y éste le contó su problema. Es bien sabido que a Atenea le gusta meterse en las historias de los grandes hombres griegos, de forma que le regaló unas castañuelas de bronce hechas por Hefesto, para que hiciera ruído.
Hércules no sabía si aquello iba a funcionar, pero por si acaso se subió al monte y cuando, desde lo alto, tenía todo el lago a sus pies, empezó a tocar el instrumento. El ruído semejaba una selva ardiendo; los pájaros, espantados, se dirigieron a toda prisa hacia él, emitiendo agudos gritos. El héroe se defendió abatiendo a algunas de las aves con sus flechas, pero la mayoría de las aves salieron huyendo y no regresaron al lago.

Cuando Hércules regresó a Micenas para darle cuenta a Euristeo del cumplimiento de su misión vio que algunas aves del Estínfalo sobrevolaban el palacio de Euristeo, el cual, horrorizado estaba escondido en la tinaja, diciendo: 
- Decidle a ese insensato que se lleve de aquí a esos malditos pájaros.
Y como Hércules aún no había devuelto las castañuelas a Atenea, las tocó y los pájaros se marcharon.

(*) ARES: Hijo de Zeus y de Hera, dios de la guerra sangrienta y de la crueldad.